-¡Gorda,
gorda, fea, estúpida, gorda, gorda, fea..!, ¡Miren a la gorda!, ¡Cara de
tapete!- Las crueles palabras de mis compañeros, son el recuerdo que más
perdura de mi niñez.
Mi
nombre es Mariana, tengo 26 años y soy modelo de lencería. Mi padre era un
volquetero que hacia viajes de Colombia hacia Venezuela; salió una mañana al
amanecer y esa fue la última vez que supimos de él, tan solo tenía 2 años. Mi
madre estaba todo el día en casa, mas luego que nos abandonara mi padre tuvo
que desempeñarse como costurera y trabajar todo el día. Mi madre era una gran
mujer, simple y muy honrada. No era para nada bella, en cambio era deslucida,
era una mujer gorda, baja de estatura y desagradable de ver. Recuerdo haber
vivido toda mi infancia en una pequeña, horrible y mugrosa habitación; era lo
único que podíamos pagar. Cada día mi madre llevaba un pedazo de pan y
mortadela, hacia “aguepanela” y ese era el desayuno, almuerzo y cena. A pesar
de lo mal alimentada que me encontraba, yo era una ¡Gorda!
Me
desagradaba mucho mi aspecto físico, porque además de ser una gorda, mi cara se
encontraba llena de barros y espinillas; la ropa que usaba estaba rota y
gastada. Por eso mis compañeros me molestaban en el colegio. Toda mi primaria e
inclusive en mi bachillerato tuve que soportar las burlas e insultos de mis
compañeros. Frases como -¡Para los desechables no hay ropa! O ¡Ahí viene la
gorda!- eran comunes para mí.
Al
cumplir mis 15 años, mis compañeros de salón me encerraron en un cuarto, me
amarraron y comenzaron a arrojarme basura y fruta podrida. Desde ese momento me
decidí, me canse de soportar sus burlas e insultos y fue así como concluí que
debía cambiar. Yo no quería esa vida, yo
deseaba lujos y belleza.
Hoy
a mis 26 años tengo un cuerpo deseado y admirado por todos, si alguien me
pregunta cuál es mi secreto, yo respondo: -Dieta y ejercicio-; no puedo creerlo
aun después de tantos años creen eso; la verdad es que no como, y cuando me
siento desfallecer lo hago y luego lo vomito. La bulimia se ha tornado mi mejor
amiga, y la silicona mi camarada.
Al
cumplir mis 16 años me escape de casa y encontré empleo en club nocturno, allí conocí
a Fulana, ella me enseño otra manera de ganar dinero fácil y casi sin dolor. Luego
de un par de meses conseguí el dinero para la liposucción, y en un par de años
ya estaba “Hecha una reina”, la rino, la lipo, el botox, y los implantes
mamarios tan solo fueron la primer parte. Cuando quise entra a la industria me
sentí acorralada, -todas eran tan bellas-; aunque en realidad esto nunca fue un
problema ya que siempre he sabido conseguir lo que quiero.
Tengo
26 años soy una gran modelo, no tengo que decirles con cuantos me he tenido que
acostar para llegar hasta donde he llegado, soy una mujer de iniciativa sexual,
seductora, salvaje y promiscua. Me encuentro a la vanguardia en silicon y no me
complico por el hecho de tener que mostrar mi cuerpo para sobrevivir.
Abajo la dictadura del cuerpo ideal.
ResponderEliminarCon una cruda imagen del "Ideal" femenino y una historia sobre abandono, discriminación y pobreza, Alexandra Jimenez deja ver su punto de vista sobre una sociedad en la que los jóvenes se obligan a situaciones desagradables con el fin de alcanzar metas como belleza y dinero.
ResponderEliminarSu reflexión sobre no demonizar la búsqueda de mejorar la apariencia física para sentirse bien con uno mismo, y no para agradar a otros, a completa una muy buena critica social.
Atte.
Dra. Santa Magdalena Mercado Ibarra - Instituto Tecnológico de Sonora